REINVENTAR AL DIABLO PARA REDESCUBRIR AMÉRICA

Tomo partida desde el comienzo, consciente de que los niveles de subjetividad de este ensayo pueden enfrentar a más de uno con otro, en fin, estoy casi seguro que si esto se da será porque este texto se haya leído en este lado del planeta o en cualquier otro donde se considere a sus lectores superiores por naturaleza a quienes, en América Latina, venimos mirándonos en los mismos espejos que la colonia ha dejado regados por doquier y que en esta acción no podemos ver reflejado lo que el colonizador de aspiraciones modernas venía en sí o detrás de sí.

Encontré el título como queriendo continuar a los diablos que presenta Castro Gómez al subtitular cada una de sus argumentos que usó para debatir con Reynoso en su texto titulado “Apogeo y decadencia de la teoría tradicional”. Pero como verá el lector, a  diferencia de los trabajos por Castro Gómez, las referencias al diablo no se harán como tratando de enmascarar a los estudios culturales sino aproximándose literalmente al diablo, como personaje construido por la colonia y folclorizado en nuestros días, para conocer algunas de sus significaciones, sus representaciones, sus obras, sus milagros, su vida, decadencia y gloria (si acaso se la permitieron tener).

DE SU DESARROLLO A NUESTRO DESARROLLO

La propuesta de la comunicación para el desarrollo como un área de la comunicación social tiene como objetivo promover, impulsar, canalizar y muchas veces ejecutar proyectos de desarrollo debe definir lo que entiende por desarrollo. Es a partir de esta definición que es posible caracterizar a sus acciones como modernistas o postmodernistas, como colonialistas o poscolonialistas, como tradicionales o críticas y en definitiva como autoritarias o democráticas. En realidad esta suerte de binarismos gira en torno a un solo concepto, la negación del otro.

Se entiende que el desarrollo de uno depende del logro las metas que son definidas por aspiraciones muy de la mano del contexto cultural. Sea cual fuera el escenario en el que se define el alcance de estas metas suponen mejorar la calidad de vida del sujeto.   Comprender el desarrollo de esta forma puede ser muy útil para cumplir los objetivos antes mencionados. Sin embargo, puesto que la relación entre los sujetos o entre sociedad tiende a ser desequilibrada pues siempre uno es más fuerte que el otro, normalmente estas aspiraciones se someten a negociaciones, las aspiraciones personales terminan siendo aspiraciones del colectivo y las aspiraciones de la sociedad terminan siendo proyectos de transformaciones generalmente encaminadas a igualar el concepto de calidad que otros han definido para sí.

Esto último significa que, desde una visión tradicional que instaló el discurso de la modernidad, se ha naturalizado la condición colonizadora de unos sobre otros, los primeros que instalan sus aspiraciones de modernidad sobre las aspiraciones del desarrollo que los colonizados tenían para sí. Esta acción arbitraria, antidemocrática y “naturalmente” violenta refleja una actitud de su superioridad que para mantener la distancia entre la cultura que se considera superior y la cultura inferior desarrollo estrategias que legitiman, o mejor, “racionalizan” la condición natural en esta relación.

En el caso específico de la colonia española en tierras latinoamericanas, las prácticas modernas que llevaron el desarrollo económico a Europa han mostrado una altísima vocación por el salvajismo reflejado en sus actos, contradiciendo así su propio discurso humanista y elevando a rango de fundamento social la hipocresía. Las promesas de la modernidad para el desarrollo de Latinoamérica, incluso en nuestros días, conservan esas mismas actitudes cuando no sus estrategias discriminadoras.

Una mirada naturalmente humana al desarrollo deberá plantearse el desafío de facilitar el logro de metas personales o colectivas a partir del reconocimiento y respeto de las aspiraciones que cada quien ha definido para sí como formas de mejorar su calidad de vida. El fundamento eurocéntrico del desarrollo es también un fundamento discriminador. Muchas instituciones han hecho de las acciones para el desarrollo una doctrina fundamentalista. Sin embargo, nuevos vientos se asoman a partir de una lectura crítica de nuestras realidades, una lectura que nos enseña a reconocernos como sujetos capaces de construir nuestras propias metas y nuestros propios caminos para alcanzarlas, superando así una cultura de inferioridad comprada al discurso de una modernidad que no fue soñada en nuestros términos sino en el de algunos política y económicamente interesados  administradores del sueño ajeno.

Las corrientes sociales maduradas en el siglo XX en Latinoamérica son señales de que la pesadilla ha terminado, los estudios culturales han mostrado que los sueños de la modernidad se han convertido en pesadillas para los sectores sociales vulnerables y en trances para las sociedades conservadoras que han apostado a mantener las situaciones de desigualdad y discriminación en el punto que más ventajas les puede dar.

1492: EL DESCUBRIENDO DE EUROPA

Cuando los españoles llegaron a América el inevitable encuentro con las culturas locales fue violento. En primer lugar porque el imaginario europeo tenía instalada la idea de que su cultura era superior y por ello mismo se convencieron que  su papel en “el nuevo continente” era de colonizadores. Colonizadores de culturales inferiores, sin tecnologías, educación, de salvajes sin alma, sin filosofía, etc. Esta negación temprana le permitió a Europa descubrirse como un centro de referencia muy importante en su región a partir de sus propios parámetros de desarrollo que venían trabajando desde mucho antes.

Las estrategias que utilizó la colonia para establecerse consistían en imponer un modelo de sociedad moderna. Un escenario político de ventajas para los hombres, ricos, poderosos y que tenían una fe y moral cristiana. En este espacio de ejercicio de poder donde no cabían mujeres, mestizos, criollos, negros, indígenas, practicantes de diversos cultos, etc. Y, a “ciencia cierta”, mucho en más de 500 años no ha cambiado. Si bien tras el descubrimiento de Europa se ha popularizado el concepto de Estado Nación éste fue quebrándose por su propio peso, al sostener un discurso muy distante de las realidades en donde el paradigma de sociedad moderna no tenía ninguna oportunidad de sobrevivir racionalmente. La supervivencia de la modernidad y su trascendencia no se han debido precisamente a su carácter racional sino a, como ya se aludió un poco antes, a su natural salvajismo.

De todas formas y frente a la indignación que la memoria provoca es necesario deconstruir la construcción de negaciones y deformación de las verdades que las culturas precolombinas poco pudieron sostener frente a una razón poderosa. Para graficar la actitud autoritaria y prepotente que la modernidad traía al imaginario colectivo recurriré a su construcción más temible, el diablo.

DIOS, EL TIO Y EL DIABLO EN NUESTROS ALTARES

Partiré afirmando que a las divinidades andinas, la colonia inquisidora le ha puesto rostro de diablo y a sus rituales religiosos un adjetivo, pagano

La prepotencia y la ignorancia (o más bien actitud de negación de otros conocimientos) de los primeros europeos en tierras americanas ha generado una serie de significaciones equivocadas respecto a las prácticas de las religiones andinas, un ejemplo claro es el “Tío de la Mina” y otras divinidades de culto altiplánico en América del Sur.

Cuando los españoles encararon verbalmente a las civilizaciones quechuas, lógicamente iban a suceder una serie de acontecimientos violentos o simplemente llenos de ambigüedad y confusión. Se sabe que la fonología quechua carece de algunos sonidos de la lengua castellana, por ejemplo la D. Así las primeras expresiones verbales de los indígenas que hacían alusión a Dios cristiano sonaba “Tios”.

La característica todopoderosa y omnipresente del Dios cristiano que comprendían los españoles, les impedía aceptar que en el culto andino, ese Dios, de todas partes, literalmente estaba en todas partes, en la tierra, en el cielo, en las montañas, en los ríos, etc. En cada lugar se nombraba de diversa forma, por ejemplo Pachamama, Jacha Tata Sajama, etc. Los inquisidores simplemente se cegaron a comprender y valorar la riqueza de la diversidad americana y lógicamente comenzaron a ejercer el Santo Oficio. Condenaron a muerte a todo ser que no fuera cristiano católico. Así comenzó un proceso de hibridación religiosa en el que todo aquello que no fuera cristiano, en los términos católicos era asociado a los maligno, pagano y pecaminoso.

El “Tios” de la tierra, el “Tios” de la montaña, la mina, etc. fue tipificado y ataviado de demonio por los primeros mineros españoles que explotaron la tierra de los Urus (en la actualidad Oruro). Desde entonces la representación del Dios que protege la mina es el Diablo con facciones europeas, de roja piel, trinche, cola y astas de cabra. Esta representación completamente distinta a la concepción andina de deidad ha sido institucionalizada a fuerza de látigo, tortura y asesinato en las tierras que están más cerca del cielo a tiempo en que se iba consolidando una fuerza ideológica doctrinal, que pese a los esfuerzos que hizo la colonia, no pudo imponerse del todo y más bien fue derivando en una práctica sincrética

El temor al castigo hizo que comenzaran los procesos de mestizaje religioso. Dioses andinos se disfrazaron de santos católicos. En Bolivia lo mismo se ora al Dios cristiano que al Tío de la Mina para pedir protección, salud y trabajo. Por lo expuesto antes, se puede inferir que el Tio de la Mina es Dios. Ese Diablo es Dios o por lo menos tiene el mismo valor religioso y simbólico.

En el Carnaval de Oruro se realiza una representación teatral de la lucha entre el bien y el mal conocido como El Relato de la Diablada. En éste, el Arcángel Miguel y el mal, representado por los Siete Pecados Capitales protagonizan una escena en que el pecado capital denominado Ira al sacarse y destruir su máscara contra el suelo puede “ver la cara de Dios”, y sólo detrás de este hecho simbólico la Diablada puede ingresar al Templo del Socavón para recibir la bendición de la Virgen de la Candelaria, que es una imagen que, se podría interpretar, lleva la luz del cristianismo a las oscuras tierras americanas.

Sin embargo, un hecho posterior a la visita del Templo del Socavón, que dicho sea de paso recibe ese nombre porque fue construido sobre un socavón minero, permite a los feligreses, danzarines y músicos recibir la bendición del Dios Inti (el Dios Sol) en las manos a través de su hija Aurora coincidiendo con el tiempo del Alba. Incluso, una semana después los herederos de la tradición Uru ofrendan bebidas, pijchus (ritual de ofrendar coca) y qarakus (banquete) a las plagas de Huari (la víbora, el sapo, las hormigas, el cóndor y el lagarto) y ch`allan (ceremonia de veneración y agradecimiento) a la madre tierra o Pachamama, una divinidad materna con el mismo valor religioso que la Virgen María. Estos sin duda son ejemplos del sincretismo a la que hacíamos referencia líneas antes.

En la religión andina las divinidades y cualquier forma de vida o presencia natural se manifiesta como una dualidad recíproca, como pareja. Así el Dios, es también Diosa, el bien anda de la mano del mal, en equilibrio. En cada persona esta característica define nuestra humanidad, aunque los sectores conservadores no quieran admitirlo y se aferren a un discurso hipócrita que recurre al miedo para instalar su pensamiento hegemónico que en definitiva es sustento para su seguridad.

REINVENTAR AL DIABLO

Por lo que hemos visto desde la cultura se puede explicar una clara intención de negación de los valores locales por parte de los colonizadores. Ello mismo afecta en la visión de desarrollo con la que se ha venido trabajando innumerables proyectos humanizadores o desnaturalizadores de nuestra condición de inferioridad que fue, y todavía lo es, el punto de vista de Europa hacia América Latina.

Para superar este discurso moderno discriminador es necesario reconstruir el proyecto de modernidad en el cual también hemos creído y en el cual nos hemos situado como colonizados. En este sentido es necesario, por ejemplo, recurriendo al ejemplo en la cultura que dimos, reinventar al diablo para descubrir todo aquello que fue disfrazado o directamente negado. Es necesario redefinir al diablo para redescubrir América, pero desde adentro.

REDESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA

A partir del surgimiento de las ciencias sociales y pese al enfoque positivista de  sus primeros hallazgos, América descubrió como mirándose al espejo que todo aquello que le contaron era un cuento de hadas, espadas, rosas, reyes, princesas y dragones.

Quizás los únicos diablos que han pisado el suelo americano y a quienes todavía hoy se rinde culto hayan sido los demonios que trajeron una modernidad poco moderna, una modernidad humanista poco humana y una modernidad hegemónica que se ha negado a ver la característica heterogénea de las diversas culturas contra las que ha desenfundado espadas y embanderado las cruces del desarrollo.

Cada cruz plantada en cada acto fundacional de la colonia española en América significaba que la libertad y el amor eran fundamentos que legitimaban la intervención armada contra cualquier primitivismo que deshumanizaba la tierra. En la actualidad, cuando uno ve cruces plantadas en cualquier camino que nos lleva a encontrarnos con nuestra diversidad, inmediatamente hacemos consciencia de un significado que para nosotros es universal y es que asociamos la cruz con la muerte y no con la libertad como hipócritamente se nos ha enseñado bajo el signo de una inquisición moderna.

BIBLIOGRAFIA

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